4.10.10

Conozco una boluda en Hurlingham

Todos deberíamos conocer a una boluda en Hurlingham. O a un boludo en Budapest. A todos, les aseguro, nos conviene en algún momento de nuestras vidas conocer a una boluda o boludo porque gracias a su boludez podremos traspasarle alguna boludez propia. Ejemplo: yo le vendí, en 1988, mi kiosco fundido a un boludo. A una cuarta parte del precio en que lo compré, pero al doble de lo que realmente valía.

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