Tengo la costumbre de sacar a pasear el perro a medianoche, cuando mis piernas agarrotadas necesitan la bípeda necesidad de erguirse y andar, que para eso estamos hechos: para caminar. Después de horas frente a la pantalla, caminar. Mi perro es negro, en las sombras se confunde con un rottweiler y aleja a posibles maleantes, voy tranquilo, escucho música en el mp3 del celu, me relajo. Pero hoy sentí un inconfundible aroma en la vereda y un chico de unos veinte años que, al notar mi cercanía, escondió el faso poniendo su mano detrás de la espalda, en un acto acaso reflejo. Buena ocasión para recordar que hay muchas cosas que quieren ocultarse, pero su feo olor las delata. ¡Sépanlo, entonces, escondedores! El olfato es un sentido al que no se puede engañar.
Convidando la tuca!
ResponderBorrarEn mi barrio el que siempre está fumando en la plaza es el farmacéutico. Y no la esconde, me dijeron que también reparte, un amor de chico.
ResponderBorrarEso sí, cuando me vende la solución fisiológica para los nenes, se pone un poquitín colorado.
Un farmacéutico como de las ya no quedan.
ResponderBorrarPara que no le pidas...
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