Se murió un burgués. No me siento bien ni mal. Se murió un burgués. Como un
mantra, mi amiga de ideologías imposibles, recitaba: se murió un burgués. Podría haber dicho: se murió un pelado, no me siento bien ni mal. Se
murió un mono en el
zoo. Se murió un rengo. Se murió el
motorman del
subte. Lo que ella quería decir era: solo voy a llorar a los revolucionarios. De esa revolución que ella espera. De esos revolucionarios que por ser así de ciegos, así de dogmáticos, de necios, de piruchos, nunca tendrán una plaza que los llore. Tal vez una tía, una madre. Pero eso que ellos llaman el "pueblo"; eso jamás los llorará aunque se mueran mil veces.
Venga, pues, amigo, el blog de los nunca llorados, de lo que nunca llorarás, ahora que tantos estamos tristes y lloramos la muerte de
Kirchner, el primer
peronista que voté. Y no el último, porque también voté a Cristina.